Ruta 66: recorriendo la Carretera Madre

Al decidir hacer un road trip por Estados Unidos, es inevitable que uno piense en la mítica Ruta 66. Es el road trip por antonomasia. La ruta con la que sueñan los moteros de todo el mundo. Una carretera emblemática que representa a la perfección la libertad total que ofrecen los viajes en coche.

Durante nuestro viaje por la costa oeste de Estados Unidos, en septiembre de 2012, pudimos recorrer el tramo final de la Ruta 66, desde Flagstaff (Arizona) hasta Santa Monica (California). Pasamos por algunas poblaciones que, a pesar de haberse convertido en pequeños parques temáticos, aún conservan parte del encanto que tuvieron en su día. A continuación os contaremos cómo fue nuestro recorrido y todas las visitas que hicimos a lo largo del mismo.

Un poco de historia: los orígenes de la Ruta 66

La Ruta 66 se estableció en 1926 y enlazaba los estados de Illinois, Missouri, Kansas, Oklahoma, Texas, Nuevo Mexico, Arizona y California. Con una longitud de 3.939 km, se convirtió desde sus inicios en un importante eje vertebrador del territorio, permitiendo el desplazamiento de los miles de emigrantes que se dirigían al oeste del país en busca de un futuro mejor, especialmente durante la época de la Gran Depresión.

Fuente: historic66.com

Aprovechamos para recomendaros una magnífica novela, Las uvas de la ira de John Steinbeck, que retrata a la perfección esas migraciones masivas y el papel fundamental que en ellas tuvo esta carretera.

La Ruta 66 era tan popular que incluso recibió numerosos apodos, como la Carretera Madre (Mother Road) o la Calle Principal de América (Main Street of America).

Sin embargo, a finales de los años 50 llegó el principio del fin para esta mítica ruta, ya que terminó imponiéndose el modelo de autopistas rápidas que existe hoy en día. Buena parte del trazado original de la Ruta 66 fue sustituido por esta nueva red de carreteras, más rápido y eficiente pero mucho más impersonal. Hoy en día la Ruta 66 ya no existe como tal, tan solo se conservan pequeños fragmentos originales. Aún así, miles de nostálgicos y de amantes de la conducción siguen su trazado cada año y disfrutan del ambiente que aún perdura a lo largo de su recorrido.

Nuestros alojamientos a lo largo del recorrido

De Flagstaff a Santa Monica hay casi 800 km. Aunque es una distancia que se puede recorrer en un solo día, eso corrompe un poco el verdadero espíritu de cualquier road trip, que es tomarse las cosas con calma para disfrutar del recorrido. Además, hay muchas cosas interesantes que ver durante este tramo de la Ruta 66, así que es poco factible intentar hacerlo de una sola vez. Por eso hicimos noche en Barstow (California) antes de finalizar el recorrido al día siguiente.

Flagstaff

Del horrible motel que elegimos en Flagstaff ya os hablamos en el post anterior. No tenemos nada bueno que decir de nuestra elección, fue un verdadero espanto. Nos costó 59 dólares, que hubiera sido un precio razonable si el lugar no hubiera sido tan horroroso.

Barstow

En Barstow nos alojamos en el Motel 6, en el número 150 de Yucca Avenue. Pagamos 45 dólares, un precio más que razonable por una habitación sencilla y correcta. El motel cuenta con piscina al aire libre, que nosotros no llegamos a utilizar pero que siempre es un agradable punto a favor.

Elegimos Barstow para hacer noche porque se encuentra bastante cerca de Santa Monica. Así, a la mañana siguiente salimos muy temprano en dirección al punto final de la Ruta 66. Evidentemente hay otras poblaciones mucho más interesantes donde pasar la noche. Pero esta se adaptaba bien a nuestros intereses y por eso fue la elegida.

Santa Monica

Por último, en Santa Monica nos quedamos en el hotel Travelodge Santa Monica (3102 Pico Boulevard). Nos costó la friolera de 159 dólares por una única noche de alojamiento. Eso sí, el hotel es estupendo. La habitación que nos dieron era enorme y estaba impecable. Tenía acceso al patio central, perfecto para tumbarse a descansar. No tenemos queja del hotel, que además fue de los más económicos que encontramos por esa zona (¡y eso que ni siquiera está cerca de la playa!).

En el patio hay incluso unas barbacoas de gas que los huéspedes pueden utilizar libremente.

Qué ver en este tramo de la Ruta 66

Flagstaff

Flagstaff es una ciudad con un interesante centro histórico a tan solo una hora y media de Grand Canyon National Park. Nos sorprendió muy gratamente y disfrutamos mucho conociéndola. Os lo contamos todo sobre nuestra visita a Flagastaff en el post anterior. Por la ciudad se encuentran continuamente referencias a la Ruta 66, aunque su interés va mucho más allá.

Poco después de salir de Flagstaff hicimos una breve parada en Williams para desayunar. Nada como un plato lleno a rebosar para coger fuerzas antes de continuar adelante. Nosotros solo hicimos una parada exprés, pero el centro de Williams bien merece que se le dedique un poco más de tiempo.

Este plato lo tiene todo: huevos revueltos, hash browns, bacon, salchichas y una enorme loncha de jamón. ¡Para chuparse los dedos!.

Seligman

Tras salir de Flagstaff, el primer pueblo donde hay que hacer una parada obligatoria es Seligman. La principal atracción de Seligman es sin duda Delgadillo’s Snow Cap Drive-In, donde además de comer algo se puede dar un paseo por la propiedad, que se ha convertido en una especie de museo kitsch de la Ruta 66.

El restaurante fue construido por Juan Delgadillo en 1953 y su peculiar decoración lo convirtió rápidamente en una atracción turística más. Hay que decir que el día de nuestra visita no había ni un alma por allí, así que pudimos deambular a nuestro aire sin que nadie nos molestara.

Otro lugar que merece una parada es el famoso Roadkill Cafe. Está situado casi a la salida de Seligman, pero no tiene pérdida. Nosotros no entramos a comer nada, pero pasamos un rato divertido en el aparcamiento. La decoración exterior no tiene desperdicio, ya que hay una reproducción de un pueblo del salvaje oeste. No le falta detalle, incluso hay una pequeña cárcel. Si viajáis con niños os lo recomendamos, se lo van a pasar pipa.

Ruta 66

Tras pasear un poco por los alrededores y contemplar otras estrafalarias tiendas de regalos, continuamos con nuestro recorrido en dirección a Hackberry.

Interior de la barbería abierta por Angel Delgadillo, hermano de Juan Delgadillo. Reconvertida ahora en una especie de museo/tienda de regalos/centro de visitantes, la barbería es uno de los lugares más interesantes que visitar en Seligman.

Hackberry

A partir de Seligman circulamos por la auténtica Ruta 66, en uno de los escasos tramos originales que todavía quedan. El paisaje que atravesamos es árido y un tanto inhóspito, y no nos cruzamos con demasiados vehículos.

Hackberry es nuestra siguiente parada. Su famosa General Store está repleta de parafernalia sobre la Ruta 66. Funciona como museo y entre todo lo que hay expuesto destacan los coches clásicos y una interesante colección de bombas antiguas de gasolina. El Corvette rojo de 1957 que hay junto a la entrada de la tienda es una auténtica preciosidad.

Kingman

Tras pasar un buen rato curioseando por la General Store de Hackberry, ponemos rumbo a la siguiente parada. Nos dirigimos a Kingman, otra interesante población atravesada por la Ruta 66. Además de dar un paseo por su centro histórico, hay dos lugares que merecen especialmente vuestra atención.

Uno de ellos es el mítico Mr. D’z. Es un diner americano con una decoración que hace las delicias de cualquier nostálgico de los años 50.

Según ellos, elaboran la mejor zarzaparrilla (o root beer) del mundo. No sabemos si será cierto o no, pero el batido de vainilla que nos tomamos estaba buenísimo.

El otro rincón de Kingman que es de visita obligada es la locomotora Santa Fe. Está situada en el Locomotive Park, justo al lado de Mr Dz’s.

La imponente mole de hierro de la locomotora asombra por su enorme tamaño. Fue construida en 1928 y circuló durante más de 20 años entre Los Angeles y Kansas City.

¡Pasajeros, al tren!

Enfrente del Locomotive Park, al otro lado de la carretera, se encuentra el antiguo edificio de la Powerhouse. Ahora reconvertido en centro de visitantes, museo y tienda de regalos, esta central eléctrica abasteció a Kingman y sus alrededores desde su construcción en 1907 hasta finales de los años 30.

Un impresionante paisaje

Tras salir de Kingman y continuar nuestro recorrido hacia Oatman, nos topamos con un tramo de la Ruta 66 que destaca por su hermoso paisaje semidesértico.

Ante la gran cantidad de carteles que avisan del peligro de las serpientes de cascabel en las cunetas de la carretera, vamos con una cierta aprensión, pero merece la pena parar y disfrutar del paisaje.

Apenas nos cruzamos con algún coche de forma muy esporádica, y esa sensación de soledad y de que tenemos la carretera para nosotros solos es estupenda.

Poco a poco la carretera, con muchas curvas y con el firme en un estado bastante lamentable, empieza a subir por la montaña hasta desembocar en el antiguo pueblo fantasma de Oatman.

Oatman

Oatman es un antiguo pueblo minero que a principios del siglo XX vivió su particular fiebre del oro. No obstante, después de que sus minas de oro cerraran en 1924, el pueblo sufrió un rápido abandono. La puntilla final la puso la nueva carretera, la I-40, que dejó en el olvido este antiguo tramo de la Ruta 66. En los años sesenta Oatman se había convertido en un pueblo fantasma, hasta que revivió años después gracias al turismo.

Reconvertido ahora en una especie de parque temático para turistas y nostálgicos de la Ruta 66, lo primero que llama la atención son los burros «salvajes» que se pasean tranquilamente por las calles y que se dejan acariciar y alimentar sin mostrar ningún miedo hacia la gente.

Esta es la comida que venden para que los turistas den de comer a los burros.
Los simpáticos burritos son la principal atracción turística de Oatman.

Los más pequeños llevan una pegatina en la frente en la que se avisa que no se les debe dar de comer, ya que aún no han sido destetados por sus madres.

El diminuto pueblo, que parece el decorado de una película del lejano oeste, consta de una calle principal llena a rebosar de tiendas de regalos y restaurantes.

Nosotros aprovechamos para comer en el Oatman Hotel. Las paredes y techo del restaurante están cubiertos de billetes de un dólar que los visitantes dejan como recuerdo de su visita.

Nuestra hamburguesa de búfalo.

Para seguir con la tradición, dejamos el nuestro después de escribir una breve dedicatoria. La comida no es nada del otro mundo, pero nos atienden muy rápido porque el local está medio vacío a esas horas.

Santa Monica

A partir de Oatman, ya no encontramos gran cosa más hasta el final de la Ruta 66 en Santa Monica. Tras hacer noche en Barstow y pegarnos un buen madrugón, llegamos allí a primera hora de la mañana. Sobre nuestra visita a Santa Monica os contaremos más en el siguiente post.

Lo que sí es un punto de visita obligado para los que finalizan aquí la Ruta 66 es el letrero que hay en el famoso muelle de Santa Monica. Todo el mundo que visita el muelle termina haciéndose una foto junto a él.

Para nosotros, la llegada a este punto supuso casi el punto final a nuestro road trip por la costa oeste. Aún teníamos por delante un día más para explorar Santa Monica y Venice Beach, pero contemplar este letrero nos recordó que no solo era el fin de la Ruta 66 sino también de este increíble viaje.

Aunque nuestro recorrido por la antigua Ruta 66 fue bastante breve (solo 800 de sus casi 4.000 km), nos sirvió para hacernos una idea de lo que en su tiempo fue una de las carreteras más importantes del país. Sin duda es una experiencia que merece la pena ser disfrutada. ¿Qué sentido tiene circular por una anodina autopista si es posible hacerlo por un pedazo de la historia reciente de Estados Unidos?.

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