Península de Coromandel

La península de Coromandel, dada su cercanía a Auckland y la belleza de sus paisajes, es un punto de partida ideal para vuestro viaje a Nueva Zelanda. Nuestra visita a la península incluye las poblaciones de Thames y Coromandel, además de las playas de Opoutere y Cathedral Cove. Además, no dejamos pasar la ocasión de recorrer la carretera 309, con visita a un bosque de kauris y a una bonita cascada, así como un precioso tramo de la Pacific Coast Highway. Seguid leyendo para saber más sobre este hermoso rincón de Nueva Zelanda.

Thames: la puerta de entrada a la península de Coromandel

La población de Thames se encuentra al este de Auckland, a unos 120 km del centro de la ciudad. Como ya comentamos en nuestro anterior post, la visita a Auckland la dejamos para el último día de viaje, así que vamos directos desde el aeropuerto tras recoger nuestro coche de alquiler.

La State Highway 25 es la carretera que conduce a la península de Coromandel y la recorre en su totalidad, junto con otras carreteras secundarias que permiten explorarla en profundidad. También se la conoce como Pacific Coast Highway y en algunos puntos va tan pegada al mar que parece que cualquier ola vaya a engullirla de un momento a otro.

En el mapa tenéis señalizados los puntos destacados de nuestra ruta por la Península de Coromandel: 1-Thames, 2-Opoutere Beach, 3-Cathedral Cove, 4-Road 309, 5-Coromandel, 6-State Highway 25.

En Thames hacemos una breve parada para abastecernos de comida en un supermercado de la cadena Pak’n’Save. No paramos a visitar este antiguo pueblo minero, aunque de camino al supermercado pasamos por el centro y vemos muchas tiendas y restaurantes y un ambiente bastante animado. También se conservan numerosos edificios históricos, muchos de ellos antiguos hoteles que albergaban a los numerosos trabajadores que llegaron aquí durante la fiebre del oro, en la segunda mitad del siglo XIX.

En Pollen Street encontraréis la mayoría de edificios históricos, de un estilo arquitectónico inconfundible que inmediatamente nos trae a la memoria California y sus pueblos mineros. Lástima que unas feas marquesinas colocadas frente a todos los edificios estropeen lo que de otra forma sería una calle preciosa. Pronto veremos que en todo pueblo o ciudad neozelandés no hay comercio o negocio que no cuente con su marquesina, seguramente para resguardar a los potenciales clientes de la frecuente lluvia. Son prácticas para caminar por la calle a salvo de las inclemencias del tiempo, ¡pero hay que ver lo antiestéticas que son!

A lo largo de nuestro viaje por Nueva Zelanda encontraremos muchas otras regiones que también experimentaron una fiebre del oro. Pero sin duda la península de Coromandel tuvo una gran importancia en su época, tal y como comprobaremos cuando visitemos Karangahake Gorge.

Restos de la fiebre del oro en Karangahake Gorge.

Opoutere Beach: una playa espectacular

A unos 55 km al este de Thames se encuentra Opoutere Beach, el lugar elegido para pasar nuestra primera noche en Nueva Zelanda. Sobre nuestra experiencia en el Opoutere Coastal Camping tenéis más información en este otro post. Tanto si optáis por hacer noche aquí como si solo estáis de paso, Opoutere Beach es una gran opción para disfrutar de una jornada de playa durante vuestra visita a la península de Coromandel.

Nada más amanecer nos dirigimos al aparcamiento público de Opoutere Beach, a escasos 500 metros del camping. Dejamos allí el coche y comenzamos a explorar la zona. Una barra de arena en el extremo sur de la playa ha dado lugar al resguardado Wharekawa Harbour, un estuario convertido en refugio de fauna salvaje. Si sois aficionados a la ornitología, este sitio os encantará. Chorlitos, ostreros y limosas son algunas de las aves más abundantes. Aprovechan la marea baja para buscar comida y apenas se inmutan ante nuestra presencia.

Un puente de madera nos permite cruzar el manglar que crece en esta zona de marismas y nos adentra en el bosque de pinos que hay que atravesar para llegar hasta la playa. ¡Y menuda playa! Ante nosotros se extienden 5 kilómetros ininterrumpidos de playa virgen, sin nadie a la vista al ser tan temprano por la mañana. Nos descalzamos y damos un paseo por la orilla. En Nueva Zelanda hay muchas playas de arena negra, pero en la península de Coromandel abundan las de arena blanca o dorada como esta. El mar está en calma y la temperatura del agua resulta ser perfecta, fresquita como a nosotros nos gusta.

Cathedral Cove: la playa más famosa de la península de Coromandel

Nuestra próxima visita es otra playa, sin duda la más famosa de la península de Coromandel y, probablemente, de toda Nueva Zelanda. Cathedral Cove es realmente bonita, pero su fama se debe a que aparece en una de las películas de Las Crónicas de Narnia. El acceso a esta playa se encuentra en la población de Hahei, unos 60 km al norte de Opoutere Beach.

La playa de Hahei.
Otra perspectiva de la playa de Hahei, esta vez desde lo alto del acantilado.

A Cathedral Cove solo se puede llegar a pie o por mar. Hay un parking al inicio del sendero, al final de Grange Rd, pero está cerrado en temporada alta (del 1 de octubre al 30 de abril). No pasa nada, ya que hay otro aparcamiento (gratuito) a la entrada del pueblo. Desde allí, un corto paseo de unos 10 minutos os conducirá a Hahei Beach, desde cuyo extremo norte también hay acceso al sendero. Esta segunda opción añadirá unos 20 minutos extra de caminata, de modo que en total acabaréis recorriendo 2,8 km de ida y otros tantos de vuelta. También hay autobuses lanzadera que salen de este parking y os llevan hasta el inicio del sendero, pero no son gratis. Os dejamos aquí el enlace a la web de la empresa que los gestiona. Nosotros no los usamos, así que no tenemos información de primera mano.

Hay otras dos opciones que permiten llegar a Cathedral Cove por mar. Una es alquilar un kayak en Hahei Beach y la otra es usar el servicio de water taxi. El taxi acuático sale de la playa de Hahei cada 30 minutos y no hace falta reservar, solo hay que esperar junto a la bandera amarilla y negra que señaliza la parada. Se paga directamente en el taxi, pero no es barato: cuesta 15$ por trayecto (10$ los menores de 14 años). Puede ser una buena opción hacer el camino de ida a pie y volver en taxi, o viceversa. Tampoco lo utilizamos, ya que preferimos caminar, pero seguro que las vistas de los acantilados desde el mar deben de merecer la pena.

Un bonito paseo hasta Cathedral Cove

El tiempo que tardéis en llegar a Cathedral Cove dependerá de las paradas que hagáis para hacer fotos, para ver las otras playas que hay por el camino o para daros un baño. Llevad calzado cómodo, el sendero es fácil de recorrer pero hacerlo en chanclas no es lo mejor. No os olvidéis de llevar agua, protección solar y el bañador (a nosotros se nos olvidó). Os aseguramos que os apetecerá daros un baño en cuanto pongáis un pie en esta preciosa playa.

El paseo hasta allí es espectacular. Vamos caminando pegados al mar y también a través de un bonito bosque. Es como un camino de ronda de la Costa Brava pero con vegetación tropical por todas partes. Las palmeras y helechos le dan un aire de exotismo al que no estamos acostumbrados y que nos encanta. Las vistas en los tramos despejados son increíbles. Este tramo de costa de la península de Coromandel es realmente bonito y empezamos a lamentar no disponer de más días para poder explorar el resto de la península con calma.

Una playa muy concurrida

Cuando llegamos a Cathedral Cove vemos que ya hay bastante gente, aunque menos de la que nos temíamos. Se irá llenando más a medida que avance el día, así que os recomendamos ir a primerísima hora o a media tarde, cuando la mayoría empiece a marcharse. Quizá así consigáis disfrutar más o menos a solas de la playa. El arco de piedra que divide en dos Cathedral Cove y sirve de encuadre perfecto para la roca conocida como Te Hoho está lleno de gente y nos es imposible hacer una buena foto. Si en el momento de vuestra visita hay marea baja, podréis cruzar al otro lado del arco. Allí la playa es igual de bonita y suele estar menos concurrida.

Pero ojo, porque cuando suba la marea os quedaréis incomunicados y os tocará mojaros para volver a cruzar. Y la marea sube deprisa, de eso podéis estar seguros. Acabamos de pasar al otro lado del arco y en lo que tardamos en hacer unas cuantas fotos ya nos encontramos con el agua hasta las rodillas. Acabamos con los pantalones empapados, pero no importa. Extendemos nuestras toallas en la arena blanca, a la sombra de un árbol, y dedicamos un rato a remojarnos los pies en las aguas de color turquesa. Qué rabia nos da no haber traído el bañador, porque la temperatura del agua es ideal para darse un baño.

Un desvío a Stingray Bay

Emprendemos el camino de vuelta y hacemos una breve parada en Stingray Bay. Junto a Gemstone Bay, es una de las playas que encontraréis a lo largo del sendero que lleva a Cathedral Cove. Lástima que al estar la marea alta no podemos terminar de bajar hasta la playa, pero parece un rincón encantador.

Carretera 309: atravesando la península de Coromandel

Ya de vuelta en el coche, vamos a la que será la siguiente etapa del recorrido por la península de Coromandel. Vamos a cruzar de lado a lado la península por la 309 Road. Esta carretera escénica es famosa por la belleza del paisaje que atraviesa. Para tomar la carretera 309, dirigíos al norte por la State Highway 25, en dirección a Whitianga. El desvío lo encontraréis bien señalizado, ya que esta carretera es un «atajo» para llegar al pueblo de Coromandel. Lo de atajo es relativo, claro. Teniendo en cuenta que la carretera es de grava, estrecha y con curvas, la velocidad a la que se puede circular no es muy alta, así que seguramente se llegue más rápido por la State Highway 25 aunque dé una vuelta bastante más larga.

Rincones así de bonitos se esconden a lo largo de la carretera 309.

A lo largo de sus 22 km, buena parte de ellos sin asfaltar pero en buenas condiciones, estaremos rodeados de bosque. Como aliciente están las dos paradas que haremos por el camino, una de ellas en una bonita cascada y la otra en un bosque de kauris. Estos árboles, endémicos de Nueva Zelanda y de los que se conservan muy pocos ejemplares, son espectaculares. En Northland, la región al norte de Auckland, se encuentran la mayoría de ellos. Pero si no vais a visitar esa zona del país, entonces esta es una excelente opción para contemplar de cerca estos gigantes centenarios.

Waiau Kauri Grove: un bosque de kauris en la península de Coromandel

Dejamos el coche en la pequeña zona de aparcamiento habilitada junto a la carretera. El sendero que lleva al bosque de kauris es corto, apenas 1 kilómetro, y la mayoría del recorrido es a través de unas pasarelas de madera. Al inicio del sendero hay una estación de lavado para limpiarse bien las suelas de los zapatos. Cualquier esfuerzo es poco a la hora de proteger estos kauris de una enfermedad que los está matando, llamada muerte regresiva del kauri o «kauri dieback«. Está causada por un hongo microscópico que ataca las raíces del árbol y daña los tejidos que transportan nutrientes y agua al resto del árbol, lo que termina por causar la muerte del kauri.

Teniendo en cuenta los pocos ejemplares que se conservan, no es de extrañar que las autoridades neozelandesas se estén esforzando tanto en su conservación. Eso sí, estos esfuerzos llegan tras la tala masiva y la sobreexplotación a la que se vieron sometidos desde mitades del siglo XIX y hasta bien entrado el siglo XX. Del kauri se aprovechaba la madera, muy dura y resistente, y la resina, empleada para la fabricación de barniz. Tras diezmar su población hasta dejarlos al borde de la extinción, hoy en día los kauris son venerados y tratados con el cuidado que merecen.

Gracias a las pasarelas instaladas, podemos pasearnos entre estos gigantescos árboles. Son altísimos y el diámetro del tronco de los ejemplares más viejos es impresionante. No llegan a ser tan altos como las secuoyas, pero son los árboles más grandes de Nueva Zelanda en cuanto a volumen total. Lo que más llama la atención es que los troncos crecen totalmente rectos y no hay ramas hasta una altura bastante considerable.

Waiau Falls: una cascada rodeada de bosque

Dejamos el bosque de kauris, pero no vamos muy lejos antes de parar otra vez. A unos 700 metros carretera adelante está el aparcamiento de Waiau Falls. Esta cascada, sin ser espectacular, bien merece una parada. Un corto sendero a través del bosque desemboca en un pequeño claro. Allí, a los pies de la cascada, es posible darse un baño. Apenas hay un puñado de personas a nuestro alrededor, así que podemos disfrutar del bonito paisaje a nuestro antojo.

De Coromandel a Thames por la SH25

Continuamos nuestro camino por la carretera 309 hasta que finalmente desemboca en la State Highway 25. Vamos a terminar nuestra ruta por la península de Coromandel regresando a Thames, justo donde la comenzamos. Pero primero nos acercamos hasta la pequeña población de Coromandel, 4 km al norte de la carretera 309. Es una visita breve, ya que la bonita calle principal está en obras y el ruido de los martillos neumáticos levantando el asfalto es ensordecedor. Aprovechamos para coger algunos folletos en la oficina de turismo y volvemos a la carretera.

Mucho se habla de la famosa carretera 309, pero a nuestro parecer este tramo de la SH25 merece tanto o más crédito. La primera parte del viaje discurre entre colinas verdes y prados llenos de vacas y ovejas, todo muy bucólico. No os perdáis las increíbles vistas desde el mirador que encontraréis unos 5 km después de dejar atrás la población de Manaia. En Google Maps aparece señalizado como Manaia Road Saddle and Lookout. Está en lo alto de una colina y las vistas son espectaculares.

Es poco después de este punto cuando llega lo mejor. La SH25 se pega a la costa y ya no la abandona hasta llegar a Thames. Tenemos el mar tan cerca que da la sensación de que si sube un poco más la marea se va a tragar la carretera. Vamos parando cada vez que podemos para disfrutar de las vistas. Pequeñas playas aparecen aquí y allá. En un día soleado como el de hoy y con un mar completamente en calma, el paisaje es realmente bonito.

Mucho más por descubrir en la península de Coromandel

Nos parece una forma perfecta de terminar nuestra visita a la península de Coromandel. Bueno, técnicamente aún no la hemos terminado. Todavía nos falta visitar Karangahake Gorge, un impresionante desfiladero que vivió su momento de gloria gracias a la fiebre del oro y que esconde un paisaje espectacular. Se encuentra algo más alejado, entre las poblaciones de Paeroa y Waihi. Pasaremos la noche en esta última, para recorrer Karangahake Gorge a primera hora de la mañana, y os contaremos más sobre la experiencia en el siguiente post.

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